Desde el oficio de asesor de propietarios o equipos de propietarios -hermanos-primos, padres-hijos, entre parejas, etc.- frente de sus propios negocios, se tiene la oportunidad de conocer profundamente las motivaciones, aspiraciones, a veces miedos de los propios miembros y con las cuales conviven en su día a la empresa.

Pero la fotografía no es completa si no tenemos la curiosidad de ir más allá e interesarnos -desde la confianza, el respeto y la confidencialidad- por su propia historia y la de su empresa: que hay detrás de su origen, quien fue el fundador y por qué, quién pagó y qué precio fue pagado por la iniciativa emprendedora, cuáles fueron los primeros productos, los primeros clientes, los primeros desengaños, las personas que han ido dibujando la propia línea del tiempo.

Entonces, es cuando juntos ponemos luz y “comprendemos” mejor que nos mueve y define nuestros comportamientos y actitudes, como individuos, como grupo, y como propietarios-gestores del negocio. Es un ejercicio apasionante, esclarecedor y enriquecedor, y una manera de aceptar “humildemente” el rol de cada cual en este viaje común.

Los valores que compartimos dentro de la familia definen también el que realmente es importante para cada miembro. En el anterior post hicimos una primera entrega de valores “poderosos y ganadores” para apoyar el futuro de familias empresarias y propietarias. Esta sería una segunda lista alternativa:

Asunción de riesgos: Exploramos como se ve y se vive el riesgo financiero y patrimonial entre los miembros familiares, y buscamos juntos un equilibrio consensuado con las necesidades de capitalización del proyecto empresarial.

Apertura: Cómo nos comunicamos, como compartimos información, como tratamos los secretos dentro de la familia, etc., son grandes oportunidades para que, bien trabajadas, la familia crezca y se desarrolle de una manera sana y enriquecedora.

Meritocracia: La entrada y la promoción de los miembros familiares y no familiares tendría que construirse de acuerdo con criterios profesionales y de contribución al proyecto común.

Autosuficiencia: Cuando valoramos ante los más jóvenes virtudes como por ejemplo el trabajo duro, la iniciativa, la creatividad, la autodisciplina, etc., no solo estamos tejiendo un sistema de valores eficaz para la empresa. También preparamos a los jóvenes empresarios en el camino crecer y hacerse más resilientes ante su propia vida.

Liderazgo a servicio: El líder familiar-empresarial tal como lo habíamos entendido hasta ahora, tiene poco sentido si no contiene una clara actitud de apoyo a los individuos y al grupo para que estos consigan sus propios deseos y sueños de vida.

Propuesta social: La familia tiene que llenar su proyecto empresarial de un propósito “social” y un componente “comunitario” claro y contundente. Este, a la larga, será un poderoso valor compartido entre los miembros más jóvenes.

Legado: El privilegio de formar parte de una familia propietaria hay que interpretarse cómo algo que va más allá de los propios miembros. Estos tienen que ser responsables para administrar con sabiduría el patrimonio común.

Espíritu emprendedor: Los productos, servicios y modelos empresariales cada vez son más efímeros. La inquietud para la busca de nuevas oportunidades empresariales tiene que ser una inspiración continua dentro de la familia.

Estos valores pueden ser adecuados o no. Cada familia es singular y ninguno comparte el mismo sistema de valores y la misma interpretación de estos. No olvidamos también que, a pesar de que suele ser un sistema bastante estable, es necesario que estos valores sean (re) interpretados por las generaciones más jóvenes porque encuentren sentido en su propio contexto vital.–