La economía de un país siempre tiene, o debería tener, una filosofía basada en el camino trazado por sus líderes. Con la incertidumbre política, o, mejor dicho, sin unas directrices claras de nuestros mandatarios y con la falta de experiencia en la toma de decisiones, formación, unificación y apoyo de todos los estamentos gubernamentales, será difícil marcar la senda a seguir. La guinda del pastel que nos faltaba eran los problemas de identidad de la Corona y los problemas judiciales en algunos partidos políticos. Está claro que no vamos a remar al unísono y cada estamento trabajará para maquillar su imagen y salvar sus muebles. El panorama del próximo otoño se prevé devastador, tanto a nivel sanitario como a nivel económico.

La generación de empleo no solamente se está extinguiendo con gran facilidad, sino que difícilmente se generará, tal y como lo hemos conocido hasta este año. Sin lugar a dudas, es el cambio más importante que nos dejará la COVID.

En nuestro sistema actual, el pilar básico de la economía ha sido y es el empleo. Con alto desempleo no hay trabajo para todos, y, por consiguiente, las familias no ingresan recursos económicos. El trabajo genera riqueza y dicha riqueza se redistribuye con el consumo. Cuando el trabajo escasea, el consumo cae y en lugar de generar y redistribuir la riqueza se genera pobreza. La fórmula existente en economía es que con el trabajo se genera dinero y con el dinero se consume o se ahorra. El consumo genera más producción y, por consiguiente, más dinero que vuelve a la cadena. Con el ahorro se genera inversión. Ahora bien, sin trabajo ni capital no podremos ni consumir ni ahorrar. El Estado del Bienestar se está hundiendo y parece que nadie quiere o sabe cómo reforzar los cimientos.

Ya en el silo XVIII el padre del capitalismo Adam Smith, economista y filósofo, creador del concepto del PIB, exponía que la clave del bienestar social está en el crecimiento económico, que se potencia a través de la división del trabajo y la libre competencia. Una de sus reflexiones fue que “sin trabajo no hay crecimiento económico”. Además, Smith era un firme y destacado defensor de las políticas económicas de laissez-faire o mano invisible. 

Diariamente estamos conociendo los indicadores negativos de decrecimiento del PIB. La reducción, en España, se sitúa entre el 18% y el 22%, según los expertos. En ningún ciclo económico de crisis hubo una pérdida tan drástica de nuestro Producto Interior Bruto.  

Otro clásico filósofo, economista, sociólogo y pensador de ideología comunistas como Karl Marx consideraba que “el capital, domina y condiciona el funcionamiento de toda la sociedad económica”. Tanto el capitalista Smith como el socialista comunista Marx coincidían en apuntar que “el pilar de la economía es el trabajo”.

En esta época de COVID, en la que se está destruyendo a pasos agigantados gran cantidad de puestos de trabajo y en la que se prevé que será muy difícil, a corto plazo, recuperar la tasa de empleo, debemos preguntarnos:

  • ¿Qué pilares deberemos apuntalar para salvar la economía sin poder contar con el trabajo?
  • ¿Es posible que la sociedad del bienestar, que últimamente nos recordaban, se extinga?
  •  ¿Podemos defender los pilares de Sanidad, Educación y Justicia sin capital humano ni dinero?

Alguien dirá que sin trabajo no hay dinero y sin dinero no se mantiene el sistema. Llegados a este punto, no nos queda más remedio que volver a Smith, ¡e incluso a Marx! y de ellos al viejo concepto liberal según el cual “la suma de los egoísmos individuales debe ser mutado por un concepto de beneficio común, pero con respeto para los individuales”. Permitidme ser pesimista, pero con un Gobierno que debería dar ejemplo, solo hay indicadores de egoísmo e individualismo. Sin políticas drásticas de generación de nuevo empleo, de contención o reducción del gasto público y de rebaja de impuestos, no podremos volver a generar consumo. Podemos suprimir televisiones públicas deficitarias; eliminar empresas públicas con pérdidas astronómicas; eliminar las subvenciones a los partidos políticos; patronales o sindicatos; eliminar asesores inútiles de Gobierno o de entidades públicas y así poder reducir impuestos.

En lugar aplicar todas o algunas de estas alternativas el Gobierno hace lo contrario y aumenta gasto público e impuestos. Ahora es el momento de reinventarnos como lo hacen constantemente los empresarios.

Quizás ahora no es el periodo económico para utilizar políticas liberales del laissez-faire de Smith o populistas de trabajo para el bien común de Marx como intentan imponernos constantemente desde algún partido político gobernante. Para el bien común, debemos ser creativos sin mirar el color de nuestro emblema.

La recuperación económica, tras el confinamiento por la Covid-19 se deberá basar en un apoyo y reanimación de los tres principales sectores que sostienen el PIB y el empleo español: el turismo, el sector inmobiliario y la automoción. Estos tres sectores, interconectados con gran parte de los otros ámbitos la economía del país, suponen alrededor del 50% del PIB nacional.

El motor económico de España es el turismo. El turismo, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), suponía el 15% del PIB español, con más de 80 millones de visitantes extranjeros anuales. Todos hemos vivido la situación turística alrededor de nuestra geografía nacional.

El sector inmobiliario, incluyendo la construcción de obra nueva, tenía un peso del 12%. La obra nueva se paraliza ante la bajada de precios. El segundo pilar de la economía española, el sector inmobiliario, sufre una triple depresión: el hundimiento de la obra pública, el impacto en los precios y en las ventas del mercado y el freno en las construcciones que no son consideradas de emergencia. Sus primeros datos desvelan que cuando acabe el confinamiento se repetirá el esquema de la crisis de 2008: grandes compradores para un stock acumulado de viviendas sin vender durante y después del Estado de Alarma.

Esto implica que, salvo milagro económico, el impacto de la crisis de la Covid-19 sobre la economía y los ámbitos laboral y social será muy relevante. La pandemia puede provocar la destrucción de 1,27 millones de puestos de trabajo en España y sin trabajo no hay crecimiento.